Por David
Topí
Desde el momento de nuestro nacimiento, todos tenemos uno o varios guías espirituales asignados a nosotros para asistirnos en nuestra evolución personal y espiritual. Normalmente el número de guías, a medida que pasan los años y nos vamos adentrando en las vicisitudes de la vida puede crecer entre 4 y 6, algunos trabajando con nosotros de forma temporal durante algún periodo concreto o yendo y viniendo, por decirlo así, cuando nos hace falta su “inspiración”. Normalmente todos solemos conectar con uno o dos guías principales, pero eso no quiere decir que el resto del “equipo” no esté ahí.
Desde el momento de nuestro nacimiento, todos tenemos uno o varios guías espirituales asignados a nosotros para asistirnos en nuestra evolución personal y espiritual. Normalmente el número de guías, a medida que pasan los años y nos vamos adentrando en las vicisitudes de la vida puede crecer entre 4 y 6, algunos trabajando con nosotros de forma temporal durante algún periodo concreto o yendo y viniendo, por decirlo así, cuando nos hace falta su “inspiración”. Normalmente todos solemos conectar con uno o dos guías principales, pero eso no quiere decir que el resto del “equipo” no esté ahí.
Descubriendo el impulso de tu guía
Como decía, la mayoría de nosotros, como adultos, ya tenemos
formado un grupo de guías, y muchos probablemente os comuniquéis ya con vuestro
guía “principal”. Pero para aprender de forma inequívoca cuando nuestros guías
quieren que les prestéis especial atención, podemos aprender a discernir el
“impulso” que nos envían cuando quieren conectar o enviarnos un mensaje.
Básicamente es como el timbre de la puerta, cuando suena es que viene alguien de visita. El concepto es el mismo. Nuestros guías usarán normalmente una forma concreta de hacernos saber que están ahí y que se quieren comunicar, puede ser una sensación especial, un cosquilleo, un escalofrió, una presión en alguna parte del cuerpo, etc. Descubrirla es ser conscientes de que nos quieren decir algo o avisar de alguna forma, y gracias a ello podremos estar más atentos a cualquier señal o mensaje, o sincronicidad, que nos llegue.
Básicamente es como el timbre de la puerta, cuando suena es que viene alguien de visita. El concepto es el mismo. Nuestros guías usarán normalmente una forma concreta de hacernos saber que están ahí y que se quieren comunicar, puede ser una sensación especial, un cosquilleo, un escalofrió, una presión en alguna parte del cuerpo, etc. Descubrirla es ser conscientes de que nos quieren decir algo o avisar de alguna forma, y gracias a ello podremos estar más atentos a cualquier señal o mensaje, o sincronicidad, que nos llegue.
Ejercicio
La forma de averiguar cuál es este “impulso” es entrar en
meditación, y mentalmente pedirle a nuestro guía principal (si sabes que tienes
más puedes hacerlo uno por uno) que nos indique claramente como “llama a
nuestra puerta” (para los informáticos, es algo así como “hacer un ping” :-)).
Estad atentos a cualquier sensación, ruido, palabra, picor, emoción, etc, etc,
que os llegue en ese momento. Si notáis algo, preguntar de nuevo si es
correcto, y si volvéis a sentir lo mismo, voila! habéis encontrado el código a
través del cual podréis notar de manera consciente que tenéis un mensaje en la
bandeja de entrada que espera con impaciencia a ser leído :-)
Fuente: David Topí
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1 comentario :
Muy bueno y lindo el articulo
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