PROPÓSITO
HUMILDAD
La humildad es la fuente del gran conocimiento porque
nos aparta del ego y nos sitúa en el corazón. El corazón sabe y
comprende que todo es amor, que en realidad todos estamos en esta tierra
para recordar que con amor, todo se resuelve.
Nuestra esencia divina nos hermana
y por eso somos iguales en ella. Dentro de cada corazón habita un alma
llena de luz. Da igual lo que haga, lo que diga o lo que manifieste, al
sumergirse en la dualidad. El alma sigue siendo alma, sigue siendo luz.
A veces, la dualidad oprime tanto que el ego toma el
mando y, entonces, la persona comienza a crear desde la desconexión, la
desconexión interna que le impide mostrar amor. Pero el alma sigue ahí,
en su interior, clamando por ser escuchada, intentando emerger,
manifestarse, iluminar…
Es al alma de cada ser humano a la que debemos mirar,
para no perdernos en los juegos del ego, el alma que intenta abrirse
camino en su realidad. Al mirar al alma y no a sus actos o palabras nos
daremos cuenta de que todos nos enfrentamos a los mismos retos,
a las mismas pruebas evolutivas. A algunos les cuesta más que a otros
pero, internamente, todos avanzamos en la misma dirección: estamos aprendiendo a ser amor en medio de la oscuridad.
Ése es el gran reto al que hoy se enfrenta la humanidad: ser amor pase lo que pase, escuchar al corazón antes que al ego.
El ego quiere controlar, sentirse fuerte, importante, dirigir… Pero el
ego no posee el plan de ruta; lo tiene el corazón. Al corazón no le
importa el poder ni el reconocimiento externo, no se considera superior,
ni tampoco inferior. El corazón sólo quiere irradiar amor y sabe que
todos, absolutamente todos, estamos capacitados para hacerlo.
El corazón reconoce al alma que habita en cada ser, porque resuena con ella; es su hermana.
El corazón no busca culpables, ni idea el modo de
castigar. No se siente herido cuando otro juzga o hiere. Emite compasión
y comprensión.
El corazón no juzga ni se juzga. Sabe que todos somos aprendices del amor y realiza un ejercicio de reflexión interna, cuando todo se confunde a su alrededor, para descubrir la prueba que se oculta tras la confusión.
El corazón es humilde, sin que esa humildad le lleve a
considerarse inferior. El corazón sabe que todos somos iguales, que no
existen los maestros, porque el verdadero maestro de cada ser humano se encuentra en su interior.
* Para más información: Agartam
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